Mi amigo Dev me pidió durante nuestra
despedida en Bombay que escribiera unas palabras sobre mi viaje de
este año a la India, sobre los días con él, mis sensaciones en el
país y el contacto con chicos sordocegos en esos días. No es fácil,
nada fácil, pero voy a intentarlo.
Como había prometido un año atrás,
me volví a encontrar con la India. Esta vez el planteamiento del
viaje era diferente. Mi amigo Jose Manuel (voluntario de APASCIDE,
mediador como yo, Intérprete de LSE y muy muy muy buena persona) me
había llamado meses atrás pidiéndome que viajáramos juntos a
conocer diferentes proyectos relacionados con Sordoceguera en India.
La idea me pareció la mejor del mundo. Miramos el calendario y no
contábamos con demasiado tiempo, unas tres semanas. “Da igual
sister, nos da tiempo”. Tomada la decisión se lo comentamos a
Oskar (director de mi querido Teatro los Sinsentidos, voluntario de
APASCIDE y gran amigo de los dos). Hay que decir que aproveché un
momento de debilidad con cervezas en mano y poco tardamos en
convencerlo. Yo brindando con él y Jose por whatsapp desde Murcia.
Este fue el comienzo de un viaje para no olvidar.
Tres días después de una intensa
semana de campamento de APASCIDE juntos, nos volvimos a encontrar en
Madrid para subir al avión. Después de un vuelo de muchas horas
aterrizamos a las 6 de la mañana en Bangalore. Teníamos una ruta
más o menos planeada, pero no empezaba ahí. Nuestro chófer indio
personalizado estaba esperándonos con un cartel que rezaba
“Aranzazu”. Habíamos reservado un taxi que nos llevaría
directos a la Fundación Vicente Ferrer (FVF), en Anantapur. Con los
ojos aún pegados llegamos a la habitación. Fue dejar las cosas,
desayunar y empezar en un mundo nuevo que para mí era ya conocido.
Los cuatro días que pasamos en la FVF
parecieron meses. Visitamos los diferentes proyectos; colegios e
institutos de niños sordos, colegio de niños ciegos y deficientes
visuales, colegio específico de niños con parálisis cerebral,
taller de estampado y telas hechas por mujeres con discapacidad,
hospitales, etc. Es curioso cómo puede sentirse una en casa estando
a tantos kilómetros. Cada segundo allí me recordaba a mi viaje un
año atrás, a mi hermano, a las primeras sensaciones, se me iba
abriendo algo en mí que tenía cerrado desde que me marché la otra
vez.
Tuvimos la oportunidad de vivir algunas
experiencias nuevas muy importantes para mí.
Una de ellas, visitar la casa y
el poblado de mi niña apadrinada. Fuimos los tres y una pareja
catalana que habíamos conocido en la FVF. La espera se hizo muy
larga. Aquella mañana no nos dejaron salir del recinto para hacer
visitas ni para ir al pueblo, había huelga y era peligroso. De
hecho, vimos entrar a los piquetes en las oficinas obligando a parar
a los trabajadores que salieron en masa a lo “efecto fairy” hacia
sus casas. Esperamos hasta después de comer. Acompañados por uno de
los guías-traductores de la fundación y por el chófer, salimos
hacia el poblado. Al llegar nos recibieron con una ofrenda, pintando
nuestra frente con el tercer ojo y algo más. A mí parecía que
querían disfrazarme porque acabé con la cara entera amarilla. Vi a
mi niña apadrinada con una tímida sonrisa, su padre serio como una
tabla de madera y su madre...su madre...si existen los ángeles, esa
mujer debe ser el molde para crearlos. Dulzura en estado puro. Además
de la familia nos recibía todo el pueblo a la puerta de la casa.
Pasamos para hablar tranquilos. La casa eran cuatro paredes oscuras
con un somier y algunas sillas de plástico preparadas para nuestro
recibimiento. Después de las presentaciones, la madre empezó a
preguntar por mi familia. Con la sonrisa más bonita que podáis
imaginar, los ojos inyectados de emoción contenida y la voz más
dulce del mundo . Se dirigía a mí, sin quitarme la mirada, me
hablaba en Teluru como si yo fuera a leer sus palabras en aquella
sonrisa. Preguntó por mi familia, si estaba casada, por mi trabajo.
Me dio las gracias no sólo por apadrinar a su hija sino por ir a
visitarles desde un país tan lejano. Le hablé de mi decisión de
apadrinar a un niño con discapacidad sensorial porque trabajaba con
personas sordociegas y podía mandarle cartas en Braille. Mi niña me
enseñó su regleta y punzó mi nombre en hojas de periódico
dobladas. Nos regalaron pulseras hechas con hilo, aquel día era
costumbre comprar una pulsera y regalarla a tu hermana mayor, a mí
me la dio mi niña. Yo le di algunos regalos, entre ellos el parchís
adaptado para personas ciegas. Le dije que se lo llevara al cole para
jugar con los compañeros. Las primas y amigas del pueblo tapaban la
poca luz que entraba por la única puerta. Estábamos unas veinte
personas en diez metros cuadrados.
Le pedí a Oskar que hiciera “magia”.
Hace un juego muy bueno de luces que pasar de una mano a otra, se la
traga y la escupe, etc... Al principio algunos niños se asustaban,
pero luego pidieron más y más. Fue un momento único, aquellas
caras de emoción. Sentirse en familia estando tan lejos.
Después salimos fuera al “momento
foto”. Si habéis estado en ciertas zonas de India, sabréis a lo
que me refiero si digo que uno se siente como “Angelina Jolie” en
la alfombra roja.
Nos despedimos y montamos en el jeep
donde ya no pude más y se me saltaron las lágrimas. El coche se
alejaba mientras los niños del pueblo nos seguían. Yo sólo podía
mirar a esa madre, que aún me lanzaba su sonrisa.
Aquel mismo día, al terminar la visita
al poblado, llegamos a un cole de niñas sordas. Esa mañana nos
habíamos estado preparando un pequeño cuento en Lengua de Signos
Teluru. Compramos los diccionarios elaborados en la FVF y estudiamos
signos básicos para la representación.
Al entrar al colegio, las niñas se
abalanzaban a nosotros al ver que movíamos las manos. Se sentaron en
unos escalones para ver nuestra pequeña obra. Interpretamos el
cuento “Por cuatro esquinitas de nada”. Fue bastante emocionante
ver que nos entendían y disfrutaban.
Después les enseñamos un mensaje en
vídeo de nuestra amiga Sara Crespo. Sara fue voluntaria y cooperante
en la FVF como profesora en los colegios de niños sordos y fue una
de las que elaboró el primer diccionario de la Lengua de Signos
Teleru. Es una gran profesional y una persona única. Algunas de las
niñas, las más mayores, se emocionaban al ver el mensaje. Al
terminar, nos pidieron sin parar “por favor, decirle a Sara que
venga”.
Bueno, un descansito que sino no hay
quien lea esto del tirón. Esta vez prometo acabar la historia, sobre
todo porque me lo pidió mi amigo Dev y con él pasamos lo últimos
días de viaje.
Para mí, el ángel eres tu... Dios te bendiga por tan hermosa labor!!!
ResponderEliminarPara mí, el ángel eres tu... Dios te bendiga por tan hermosa labor!!!
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