lunes, 22 de abril de 2013

Ojos de Cristal


Ojos de Cristal:

Me hablan de ti, de tus enfados y agresiones. Me dicen que les da miedo que me hagas daño en mi brazo operado, que eres tan fuerte cuando te enfadas que tienen que trabajar dos personas contigo por si pasa algo. Cuando te cojo las manos por primera vez lo hago con temor, signo mientras oyes mi voz, sonríes. Ahora voy a hablar yo de ti…

La vida no te dio ojos como a los demás. Al igual que los zapatos de cenicienta, tus ojos son de cristal. Un hada madrina con bata blanca te los fabricó. Parecen mirarme e incluso querer decirme algo. Se esconden en la noche como los demás y vuelven a salir bien temprano, hacia las seis de la mañana porque se aburren en la cama.

Nos ha tocado trabajar contigo en este campamento. Ana y yo pensamos que es todo un reto, las cosas que cuentan de ti asustan un poco, pero sabemos que nos tenemos la una a la otra y nos encanta afrontar la aventura. Desde el primer momento sentimos algo diferente en ti, algo que nadie había nombrado. Con sólo diez años, tus audífonos y esos ojos de cristal, tienes un control del espacio y de lo que te rodea que supera todo lo imaginable.

Escuchas nuestras voces mientras, agarrando tus manos, te signamos para conseguir una comunicación completa. Haces lo posible por expresar lo que quieres y hacerte entender. Muchas veces no comprendemos tus signos, pero no te rindes, la comunicación se convierte en un juego de preguntas para saber qué quieres contarnos, de esos en los que no hay pistas, sólo sí o no. Y cuando, finalmente, ganamos el juego, conectamos.

Te encanta la música, te sabes canciones que interpretamos por el ritmo. Con las manos haciendo el signo “música” nos pides que te cantemos y si no te gusta lo que entonamos nos lo haces saber. Aplaudes cuando acaba una canción.

Pides besos y abrazos. Al principio tememos que nos enganches el pelo pero es un miedo que desaparece con tu sonrisa. Me pides caricias en el pelo y cosquillas en las manos, es algo que soy incapaz de negarte.

Literalmente, no hay palabras para expresar todo lo que nos has hecho sentir a Ana y a mí. Sólo puedo decirte que aún siento tus manos en la piel de las mías, que anoche soñé con tu sonrisa y que esos ojos de cristal me han enamorado de por vida.

¡Gracias por todo!

(Y gracias a Ana por tu trabajo y tu amistad, no puedo imaginar una compañera mejor, de verdad)


Equipo de trabajo.
¡Gracias Ana!



jueves, 11 de abril de 2013

Dulce introducción al caos


Hay tanto que contar que no sé por dónde empezar. Llenar un papel en blanco a veces es demasiado difícil.

Lo primero disculparme con los cuatro lectores que sigan este blog por estar tan desconectada. Desde que escribí el día del padre me costó volver a retomar. Pero las semanas son muy productivas así que no tengo excusa, vamos al lío.

A principios de curso comenzaba mi tercer año en Alcañiz, un pueblo de Teruel del que ya os he dejado caer alguna información. Un sitio bonito, buenos amigos y el trabajo de mis sueños con la niña de mis ojos, Alicia (ya sabéis que los nombres no son los reales) y dos mujeres adultas una vez a la semana.

Entre Alicia y yo hay una complicidad total, conozco cada pequeño cambio de su expresión y soy capaz de interpretarlo, pero no siempre fue así. El primer año que trabajé con ella, superó tercero de infantil donde había conseguido socializarse con sus compañeros y olvidar algunas conductas “inadecuadas” adquiriendo las estrategias de comunicación necesarias. Después de aquello, primero de primaria parecía todo un reto; escaleras para ir al aula, cambio de tutora, pupitres más grandes donde pasar horas sentada, exámenes, etc. Pero, como siempre, nos sorprendió a todos, se adaptó con una facilidad pasmosa. Acabó el curso con casi todo sobresaliente, increíble.

A finales de este verano me llamaron para ofrecerme una plaza en Sevilla o volver a Alcañiz. Llevaba un tiempo pensando la posibilidad de quedarme en Andalucía ya que mi padre cada vez estaba peor de su enfermedad y vivir tan lejos era duro. Pero algo dentro de mí me hizo volver a ella, a Alicia, cogí las cajas que apenas me había dado tiempo a esconder por mi habitación y, una mudanza más, me planté en Alcañiz.

Este curso fue más corto de lo esperado, a principios de noviembre recibí varias llamadas de mi familia contándome los ingresos continuos de mi padre en el hospital, no podía hacer otra cosa que volver a Málaga. Creerme que no fue una decisión nada fácil. MI vida estaba allí, la mía como persona individual pero EL SER HUMANO ES UN SER SOCIAL. Nunca me hubiera perdonado a mí misma no estar con él en sus últimos momentos. A día de hoy creo que fue la mejor decisión que pude tomar porque, aun así, tan sólo dos semanas después de mi llegada mi padre se fue.

¿Por qué os cuento esto?  Dos razones:

Primera: porque cuando pongo las manos sobre el teclado, sinceramente, no tengo ni idea de lo que va a salir, y esto es lo que escupen hoy mis dedos.

Segunda: porque, desde que estoy en Málaga, vivo algunas experiencias que os voy a ir contando poco a poco y me gusta empezar por el principio del principio.

¡Bienvenidos al caos!

"Málaga te quiero y nunca te podré olvidar, y aunque me vaya a Hollywood, conmigo siempre estarás...en mi corazón"

Tabletom
La manquita




lunes, 1 de abril de 2013

Familia


Cuentan que en un pueblo del bajo Aragón turolense vive una familia rica, mas el secreto de su riqueza no está en sus posesiones ni dinero sino en su felicidad. Existe entre ellos una unión como no veréis jamás.

Los padres se enamoraron en un pueblo vecino, de su amor surgió el primer hijo. Kiko nació guapo y sano, su cara fiel reflejo de su padre. Años después tuvieron una hija, su niña. Alicia parecía tener la mirada perdida desde pequeña, tras muchos exámenes médicos le diagnosticaron una deficiencia visual y auditiva. Después de aquello pasaron seis años hasta que tuvieron el valor de traer al mundo al tercer hijo que siempre habían querido, porque si algo deseaba esta pareja enamorada era una familia numerosa. David es aún un bebé pero, con la misma cara que su hermano Kiko cuando nació y la misma sonrisa, ha traído a esta familia la pieza definitiva del puzle.

De esta historia no os contare las tristezas ni miedos, no sabréis lo duro que es para unos padres recibir una noticia como la de Alicia ni lo perdidos que se pueden llegar a encontrar. No os la puedo contar porque yo no vi eso jamás. Al llegar conocí a unos padres luchadores y dispuestos a dar su tiempo y su vida por sus hijos (entonces eran dos). Al principio los conocí en el colegio, el trato es más profesional. Aun así me pareció que cualquier palabra la anotaban y analizaban si podía ayudar a Alicia.

Con el tiempo se estrechó nuestra relación y me acogieron en su casa. Jamás había tenido esa sensación en una familia. Recuerdo que sentí ganas de llorar de la emoción. Alicia necesitaba atención y trabajo, sí, pero no por ello le quitaban tiempo a Kiko. Jugaban durante horas, hablaban y reían. Cenaban todos a las 8 porque Alicia se cansaba pronto y no iba a cenar sola.

Casi tres años después nada ha cambiado, ni siquiera con la llegada del baby. Acabo de volver de visitarlos y todavía me emocionan. Desde que me vine a Málaga echo mucho de menos trabajar como mediadora de Alicia, pero aún echo más de menos esa sensación de familia.

Cuentan que en un pueblo del bajo Aragón turolense vive una familia rica, mas el secreto de su riqueza no está en sus posesiones ni dinero sino en su felicidad. La mediadora que trabajó durante algunos años con su hija fue acogida como una más y siempre los lleva en su corazón.