Me pregunta si me pasa algo, si estoy bien, “tienes la voz
cogida”. Miento, le digo que no, “estoy bien”. Es difícil explicarle que sólo
con escuchar sus voces vuelvo a sentirles cerca, tan cerca como si nunca me
hubiera ido.
Desde que me fui de Alcañiz no hay día que no me acuerde de
ellos. Alicia es una de las mejores casualidades que han pasado por mi vida y
su familia una de las cosas más bonitas de esa casualidad. Ya os hablé de
ellos, de su alegría y su cariño, de cómo te hace sentir el estar a su lado.
Personas únicas en este mundo.
Cuando empecé a trabajar de mediadora me di cuenta bien
pronto del cariño que les coges a los usuarios, niños y adultos con los que te
relacionas cada día. Personas de las que aprendes mientas ves cómo avanzan.
Recuerdo lo dura que fue mi primera despedida o “ruptura” (como lo llama mi
madre). No podía mirar a Pedro sin llorar, llegas a sentir que son parte de ti
y, cuando no están, te duele ese vacío como si se quedaran con ese trocito que
les pertenece.
Un año después me encontré con Alicia, que se hizo su propio
huequito. Sabes que de alguna manera le cogerás cariño a tu usuario, lo que no
esperas es sentirte parte de su familia. Una familia que siempre me ha apoyado
y jamás me ha presionado. Recuerdo cuando les llamé desde Málaga en verano, mi
padre ya estaba bastante enfermo, me ofrecían una plaza en Sevilla para poder
estar más cerca de mi familia. “Cógela Arantxa, es lo lógico, no te preocupes
por nosotros”. Cuando llamé para decirles que había rechazado Sevilla y me
volvía a Alcañiz un año más, la madre de Alicia no podía creerlo, entre
lágrimas me preguntaba “por qué”. Pocos meses después nos sentamos en su casa a
cenar y les comuniqué mi decisión de volver a Málaga porque a mi padre le
habían dado un mes de vida como máximo. “Cualquier decisión que tomes será la
correcta”.
Hoy hablamos por teléfono, hace meses que nos escribimos y
al final no nos llamábamos. Sólo con descolgar ya me siento en casa. Tengo la
sensación de estar en ese salón una vez más, hablando con los padres mientras
Alicia me hace preguntas y Kiko me pide que juguemos a algo. Se me coge la garganta
al oír a Alicia; “te echo de menos”, “echo de menos tus juegos de la wii”, “¿puedo
ir hoy a Málaga?”. Hablo con su madre
sobre el curso que viene y qué pasará, aún no soy capaz de asumir el no volver,
no puedo imaginarme sin trabajar con esa niña nunca más ni sin compartir las
tardes en familia.
Cada curso que acaba
siempre la duda de qué hacer el siguiente. Pero, como dice esta madre tan
sabia, “decida lo que decida será lo correcto”.
Os echo de menos, hoy y siempre.
Plaza de Alcañiz |