La India es ese país que le da nombre
a los colores, un lugar lleno de desastroso ruido y, al mismo tiempo,
curiosa calma.
Me siento mirando al mar de Panaji,
pensando en ellos. ¿Cómo vivir en la oscuridad rodeados de tanta
luz? ¿Cómo cruzar la calle sin percibir el intenso ruido de los
camiones con su letrero de “Horn is OK”? Pero India también está
llena de olores, de movimientos y de sensaciones, me digo. Los
imagino sobre la vibración de un rickshaw, dejando que el viento les
roce la cara. Los imagino paseando por la calle entre el hedor de las
basuras apiladas y el sabor de las especias en el viento. Los imagino
un día como hoy bajo la lluvia del monzón, jugando con a atrapar el
agua como hacía Pedro.
Cuando llegamos hace una semana no
podía imaginar que realmente fuera a conseguirlo. Sólo sabía del
proyecto por un vídeo en youtube que me llevó hasta su página web.
Tenía un teléfono y una dirección, un teléfono y una dirección
de India. ¿Será fácil encontrar un punto exacto en uno de los
países más grandes del mundo? Ya había dado el primer paso,
estábamos en la ciudad exacta, Panaji, capital de Goa. Después de
unas diez llamadas en tres días y más que nervios alguien descolgó
el teléfono. Sería fácil transcribir la conversación si me
hubiera enterado de un 70% pero mi comprensión del inglés-indio por
teléfono aún no está demasiado desarrollada. Básicamente intenté
decir: “hola, soy española, en España trabajo con personas
sordociegas, quiero conocer su proyecto”. Y claro, ahora puedo
imaginar la cara que se les debió quedar, después de hablar con
tres personas diferentes y repetir lo mismo en mi inglés malaguita,
“hello, i am spanish, in spain i work with deafblind people...” .
Recibí o, mejor dicho, intuí, una respuesta. Sí, podía ir hoy
mismo a visitarles y no tenía ninguna intención de desperdiciar esa
oportunidad.
Mi hermano y yo llegamos al Parade
Institute, donde se encuentra la oficina central de Caritas en Goa.
En cuanto nos vieron aparecer ya sabían que era la “guiri” que
había llamado por teléfono. “Esperen sentados, gracias” (en
inglés-indio). Poco después llegó el responsable del “DeafblindProyect”. Reflino, además del responsable del proyecto es
educador. Nos sentamos con él a hablar del trabajo que hacían y del
que se hacía en España. “Tenemos un centro de recursos donde hay
máquinas para trabajar fisioterapia, un aula y un aula
multisensorial. Es una pena porque esta semana están los niños de
vacaciones por las celebraciones del Ganesha, pero si queréis ahora
vemos unos vídeos y mañana volvéis para enseñaros el centro de
recursos y presentaros a algunos de los niños”. Nos llevó hasta
su despacho, pasamos por un descansillo lleno de bolsas y bolsas de
ropa y por un estrecho pasillo. En la puerta se podía leer
“Caritas-Goa” y “Sense Internacional”, las asociaciones
colaboradoras del proyecto. Entramos a una pequeña habitación, con
tres escritorios y un viejo ordenador. Las paredes empapeladas con
fotos de las actividades que habían realizado me recordaron a mis
campamentos de APASCIDE y a mis niños de España. Los vídeos que
nos mostró no eran nada nuevo para mí, ya que había hecho los
deberes estudiándome muy bien cada uno de ellos antes de tener el
valor de visitarlos. Pero verlos allí, frente a la vieja pantalla,
rodeada de fotos de niños que había visto en vídeos desde España
un año atrás, sentada junto al hombre que los conocía y me hablaba
de ellos, aquello fue lo que lo hizo diferente...
Y, con la promesa de volver a la mañana
siguiente, nos marchamos...
Ahora, frente al mar, vuelvo a pensar que la India es ese país que le da nombre a los colores, un lugar lleno de desastroso ruido y, al mismo tiempo, curiosa calma.
Ahora, frente al mar, vuelvo a pensar que la India es ese país que le da nombre a los colores, un lugar lleno de desastroso ruido y, al mismo tiempo, curiosa calma.
CONTINUARÁ...