Como dice Sabina “el otoño duró lo que tarda en llegar el
invierno”. Y sin más me planté en las
prácticas de segundo y último curso. Hay diferentes sitios donde hacerlas, a mí
no me dieron a elegir y acabé en la asociación de sordos. Básicamente se hacen
servicios de todo tipo; médico, jurídico, gestiones en la asociación, etc. Como
prácticas está muy bien porque tocas todos los campos y tienes que enfrentarte
a diferentes personas y situaciones. Pero estaba claro que aquello no era lo mío.
Por aquel entonces no sabía quién llevaba el tema, cómo se podía llegar a trabajar en el campo de la sordoceguera, pero me puse como
objetivo a MUY largo plazo acabar en la ONCE trabajando como mediadora. La
verdad, pensaba que me llevaría más años el asunto, pero es curioso cómo el mundo
a veces te sonríe.
Como he dicho, aquello no era lo mío, yo lo sabía
perfectamente. Quería aprender LSE para comunicarme con las personas sordas,
ese objetivo ya lo había cumplido, pero nunca me vi como una intérprete. Hay
profesiones que no basta con que a uno le guste. Me da igual que te encante ser
médico si no tienes ni idea de qué me pasa en el cuerpo. No me importa que el
sueño de tu vida sea pilotar aviones si no te sabes cada botón de este trasto como
si fueras un manual. En el caso de los intérpretes lo veo un poco así. Te puede
encantar la LSE, te puede encantar signar e interpretar, pero el objetivo de tu
labor es que la persona sorda se entere, y que se entere igual que tú, que tus
manos le hagan “escuchar” esa misma información que tú estás recibiendo por los
oídos. Porque no es lo mismo ir a médico y que te digan que tienes una
inflamación a que te digan que tienes un tumor, ni que en una declaración le
digas al juez que no viste nada a que sí. Hay que tenerle mucho respeto a esta
profesión y, a veces, las personas con tal de trabajar en lo que nos gusta
olvidamos esto. Por esto y porque algo más fuerte me llamaba, no
era para mí.
Un día, en las prácticas, iba por la calle con el presidente
de la asociación cuando me sonó el teléfono. Eran mis compañeros diciéndome que
alguien tenía que ir con una de las tutoras de prácticas de convivencias con
personas sordociegas, cuatro días en Ciudad Real. Mis compañeros no querían ir,
no les gustaban mucho los sordociegos y les daba un poco de “miedo”. Les dije
que me dejaran pensar un poco, aunque era para salir MAÑANA. Un minuto después
me llamó el otro tutor de las prácticas. “¿Pero qué tienes que pensar? No
sabéis valorar las oportunidades que os dan.” Desde aquí, GRACIAS Juanlu por
aquella bronca.
Aquellos cuatro días fueron la experiencia más increíble que
había vivido jamás. Mi primer contacto con la realidad de las personas
sordociegas. Era increíble, realmente hacían muchísimas actividades. Se
comunicaban constantemente; en la palma, hablando, signando al aire o en apoyado. Veían esculturas con las manos. Sentian y bailaban con las vibraciones de la música e incluso recitaban poemas en LSE bajo las luces de la discoteca. Acababa de descubrir que las personas que no ven ni oyen eran capaces de disfrutar de la vida.
Necesitaba más de ese mundo…
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