domingo, 24 de noviembre de 2013

Amor y cigarrillo eléctrico


Ella entra en la sala y se sienta casi sin cruzar palabra. De su cuello cuelga uno de esos cigarrillos eléctricos tan modernos, lo odia cuando la luz deja de encenderse y tiene que dar vueltas, nerviosa,  buscando a alguien que se lo recargue. Su espalda curvada y su pelo liso por debajo de los hombros hacen que parezca más bajita de lo que es. Al rato de estar sentada me saluda como si yo acabara de entrar. A veces pienso que si la observara de lejos, sin conocerla, me parecería una persona apática, aburrida de la vida y sin ilusión, qué equivocada estaría entonces.

Él aparece recién duchado, su cabello aún húmedo me deja intuir su champú. Ella lo mira, su rostro parece iluminarse como si de Amelie se tratara, sonríe. Él la mira y se acerca a ella, le besa, le dice “guapa”:

Él: Arantxa, ¿has visto qué guapa es? Yo siempre le digo que ella es muy guapa y yo muy feo para ella.

Ella escucha esas palabras con un dibujo en su cara, uno que podrías enseñar a un niño en infantil junto con otros mezclados para que te buscara el que corresponde a  “feliz”.

Recuerdo cuando los conocí. Era mi primer día con uno de mis usuarios de este año, un sordociego adulto con el que se trabaja en una residencia de personas con “discapacidad intelectual” (va entre comillas porque me gusta muy poco esta etiqueta). Mi compañera Chary me acompañaba para presentarme en el centro y contarme lo que se había trabajado en los últimos años, ya que yo iba a recoger su testigo. En un momento de descanso salimos al porche de la residencia. Allí estaban sentados, muy pegaditos, cada uno con su cigarrillo eléctrico, charlando de no recuerdo qué. Chary me los presentó: “esta es la pareja oficial del centro”. Desde el primer momento vi algo diferente en ellos.

A veces me doy cuenta que me inspiran cierta admiración y envidia. Son capaces de vivir juntos y con otras 60 personas más (no sé el número exacto…). Cuando se ven se dicen una palabra bonita, se sonríen, y se abrazan. Comparten amigos y experiencias cada día. Se respetan y cada uno se apunta a una actividad diferente donde encuentran su espacio. 

SE AMAN, por encima de la “discapacidad intelectual”, del centro donde viven o de esta sociedad.

¿Hay alguien que no quiera un amor así?




Con todo mi cariño para mi pareja favorita, que seguramente nunca lea estas palabras...

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