lunes, 18 de marzo de 2013

Sábado en el campo


Tus manos me cuentan tu historia. Naciste sin ninguna deficiencia sensorial pero ya de bebé enfermaste y perdiste la audición. Te pregunto que si de pequeño veías y me cuentas que aún recuerdas los colores, que tienes mucha suerte de poder soñar por las noches con las imágenes que un día viste, y me hablas de uno de esos sueños. El destino te la tenía jugada. A los once años otra enfermedad se llevó tu vista. Se me hace un nudo en el estómago mientras sigo escuchando tus manos. Pero en seguida hablamos de la suerte que tienes, tienes una comunicación perfecta en lengua de signos y ningún problema añadido a la sordoceguera. Te preocupan los niños que nacen con esta discapacidad, “algunos sólo aprenden a decir comer, pipí, y poco más”, me dices. “Yo tengo suerte”, “las personas sordociegas podemos ser independientes y felices, igual que todos los demás”, añades.

Ya llevamos un rato parados desde que terminamos de plantar el acebuche y empezamos a impacientarnos. Nos traen la barra-guía y volvemos a pasear por el campo. El monitor quiere comprobar si la sigues bien por sitios complicados y a mí me parece una experiencia increíble. Pasas por pendientes, piedras y pasos estrechos como si nada, la barra te da total seguridad y yo voy delante guiándote. “Exagera el movimiento”, me dice el monitor. Cuando subo o bajo la pendiente tengo que mover la barra hacia arriba o abajo casi el doble para que notes bien la inclinación.

Como sabes, nos encontró la lluvia. Un grupo de casi cien personas entre niños, sordociegos y voluntarios vestidos con el chubasquero azul que nos regaló amablemente la junta. Me dices que vaya cara que tengo porque yo a parte también llevo el mío, me río.

Cuando vamos a comer empieza a diluviar. No sé cómo, fabricas una tienda de campaña imposible a tu alrededor con el chubasquero y te las apañas para que tu bocadillo no se moje.
Después de una caminata de una hora de vuelta estamos exhaustos. En el autobús hablas con JL de cómo lo habéis pasado, mano con mano. Poco después, te veo durmiendo en su hombro y me parece una de las imágenes más bonitas que he visto en mi vida.

Desde aquí, gracias a la plataforma de voluntariado y, sobre todo, a mis amigos del teatro “Los Sinsentidos” por invitarme a participar con ellos y vivir estas experiencias.

Barra guía, yo detrás.



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